En una sociedad que glorifica el Yo y en donde casi todo lo que hacemos está permitido, siempre que me produzca placer o beneficio sin importar lo que pueda estar causando a otras personas a mi alrededor, probablemente ha ido dejando un lastro de heridas en otros sin ni siquiera darme cuenta por la ceguera de mi egoísmo.
Ir sembrando dolor y mal en el prójimo es una de las más pesadas maletas que una persona pueda llevar y no saber como librarte es aún peor.
La culpa no confesada se anida en nuestro corazón y queda allí afectando todas las áreas de nuestra vida.
En la Biblia en la epístola del Apóstol Santiago dirigida a las doce tribus dispersas entre las naciones o sea, a los judíos dispersos entre los gentiles, exhorta y anima a confesar las fallas cuando hemos herido a otros y orar unos por otros para encontrar sanidad de nuestra condición como ofensores u ofendidos.
Al final nos asegura que la oración con Fe, tiene poder y es eficaz.
Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Santiago 5:16
También es bueno saber y recordar que el Señor Jesús llevó al madero nuestros pecados, culpas, enfermedades y dolores, cargando sobre sí con ellas para aligerar nuestras más pesadas cargas.