La formula perfecta para una vida plena

Seguramente has escuchado la frase tengo La Formula Perfecta para... ser feliz, ganar la lotería, encontrar trabajo, perder peso, buscar pareja, etc, etc, etc.

Ciertamente siempre que podamos saber con claridad la combinación perfecta y necesaria para obtener lo mejor de algo, vamos a querer saberlo... especialmente si nos beneficia.



Jesús nos recuerda cual es La Formula Perfecta para una VIDA PLENA en Marcos 12:28-34 http://www.biblegateway.com/passage/?search=marcos%2012:28-34&version=RVR1960

1. Oye la Voz de Dios
2. Ama a Dios con todo tu ser (corazón, alma, pensamientos y fuerzas)
3. Ama a tu prójimo como a ti mismo

Meditemos un momento en esto...

No puedes Amar a quien nos conoces y mucho menos crecer y desarrollar tu amor en tu relación sin saber quien es. 




NO QUIERO ESCUCHARLE
Cuantas veces hemos dicho que amamos a Dios, sin embargo no queremos escuchar su voz (su palabra). Si no le escuchamos como será posible que sepamos quien es, que hace, porqué lo hace y que le motiva a estar en una relación conmigo y contigo.

Solamente invertimos tiempo en hablarle a él de nuestras necesidades, lo que queremos, lo que nos frustra, lo que nos entristece pero muy poco queremos escucharle.

Su palabra muy poco me interesa o emociona escucharla, por el contrario queda muy resagada en mi diario vivir, que casi nunca la escucho o medito en ella.

Pretender llevar una relación de apariencia simplemente hace que suframos en silencio. 




DE LO EXTERNO A LO INTERNO
Podemos decir que amamos a una persona e incluso tratar de demostrar en apariencia que así lo es. Sin embargo cuando nuestro corazón nos empuja a otra dirección y hacemos lo contrario que decimos con nuestra boca, es evidente en nuestra vida que nuestro corazón no esta involucrado en esta relación.

Amar a Dios implica hacerlo con todo nuestro ser, o sea... con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestras fuerzas.

Si solamente tomamos nuestro corazón podríamos ver que muchas veces tenemos cosas mas importantes en nuestra vida, a la cual le dedicamos casi todo lo que somos. Puede ser una persona, un trabajo, un sueño, un pasatiempo en incluso hasta un vicio, en fin... allí donde esta tu corazón está tu tesoro. Mateo 6:21

De toda relación en donde haya amor se desprende el fruto de la misma. 




FRUTO DEL AMOR?
En el caso de una pareja puede ser sus hijos.
En el caso de amigos, puede ser el estar allí en los momentos malos, buenos, altas y bajas.
En el caso de empresarios es cerrar negocios beneficios para ambos.

El llamado a amar a mi prójimo es porque de mi relación con Dios por su amor, debe desprenderse o dar como consecuencia que yo ame a mi prójimo como a mi mismo.

Pero quien es mi prójimo?

No solamente es mi esposo/a, hijos/as, familiares, amigos/as, vecinos/as, compañeros/as sino que va mucho más allá de mis círculos de conocidos. Mi prójimo es el desconocido, es el necesitado, el despreciado, el sufriente, es incluso el que me hace mal.

Quien es capaz de hacer esto? Amar a un desconocido? a un enemigo?

Que motivación voy a tener para hacerlo?

Es probable que encuentres muchas dudas y preguntas e incluso oposición al llamado que Dios te hace de amar a tu prójimo. Su exigencia tan elevada podría incluso llegar a frustrarte en el intento, sin embargo y porque nuestra naturaleza alejada de Dios le cuesta desprenderse del Yo, es que Dios responde a nuestra incapacidad de amar como el exige y nos muestra por medio de su hijo Jesucristo, quien fue capaz de amar completamente a su prójimo el camino a seguir.

Jesús conocía y amaba a su Padre y le escuchaba.

Su amor por su Padre le hizo obedecerle en todo y cumplir con su exigencia de amor mas elevada. Ir hasta la cruz para pagar el precio que tu y yo merecíamos y merecemos.



JESÚS OYE LA VOZ DE DIOS
El conocía a Dios, sabía y sabe quien es, que hace y porque lo hace, que le motiva a querer estar en una relación contigo y conmigo.
Conoce íntimamente a Dios y quiere que tu y yo por medio de su obra sacrificial recibamos el perdón que él ha ganado para ti y para mí.
El quiere llevar tu relación con Dios al punto en el cual tu también puedas conocerle escuchando su voz como el hizo.



DE LO INTERNO A LO EXTERNO
Jesús fue capaz de amar a su Padre en todo.
El le obedeció en cada cosa que su Padre le pidió y encomendó.
Su vida fue un reflejo de su amor a Dios.
Jesús conociendo nuestro corazón y vidas aparentes de amor a Dios, llevó en el madero el castigo de nuestra hipocresía y mantos de fe aparentes.
Jesús ama interiormente desde su corazón a Dios como tu y yo deberíamos amarle.
El se convierte en nuestro perfecto Sumo Sacerdote que intercede por ti y por mí en las muchas veces que no le amamos.
Su sacerdocio inmutable no cambia sino que permanece para siempre.
Y tiene la capacidad de salvar perpetuamente.
Este sacerdote inocente, sin mancha, apartado del pecado y hecho más sublime que los mismos cielos es quien se ofreció a si mismo como sacrificio de intercesión por ti y por mi.
El hizo este sacrificio una vez y para siempre como un sello celestial del perdón ofrecido y ganado para que de un corazón perdonado fluya el gozo y el amor hacia él.



UN FRUTO DE SU AMOR
Jesús es la muestra tangible del amor de Dios.
Su aparición en la escena del hombre demuestra que la promesa que Dios había dado de un redentor se cumplía frente a nuestros ojos.
Su amor va mas allá de lo que estamos acostumbrados y tiende nuestra naturaleza ya que en tal manera nos amó que siendo sus enemigos, estando apartados y rechazandole fue capaz de ir hasta la cruz para que de igual forma recibieras la amnistía del cielo.
En Cristo conocemos el amor real, el amor que ha sufrido por ti, por mi, el amor que nos ha esperado pacientemente y que espera por aquellos que todavía huyen de el o le rechazan.
Este amor cubre multitud pecados dentro de los cuales está la falta de amor a nuestro prójimo.

La formula perfecta para una vida plena es escuchar la voz de Dios, amarle con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos por medio del perdón que Cristo ha ganado por nosotros y la nueva vida fruto de su Espíritu.

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